Paisajes uniformados
Actualmente estoy tratando de demostrar empíricamente una teoría. Una teoría forjada a partir de una intuición. Estoy intentando realizar un acto de justicia, denunciar un robo silencioso y mal intencionado. Trato de devolver al arte lo que la guerra le ha robado.
El camuflaje militar no existiría sin el descubrimiento y desarrollo de un lenguaje y una iconografía plástica particulares del preimpresionismo e impresionismo. Estos análisis despojaron a todos los elementos naturales del paisaje de su forma básica y los reinterpretaron como la impresión de manchas y colores tal y como la retina humana los percibe en un golpe de vista. A partir de la misma fecha de ese descubrimiento, y demostrándonos que no hay invento humano inocuo y con posibilidades de ser utilizado perversamente, los uniformes de los ejércitos de todo el planeta cambiaron radicalmente de planteamiento; pasaron de ser un elemento representativo y de poder a ser armas ofensivas, aunque pasivas. Desde ese mismo momento, mediante una iconografía básica pero muy sofisticadamente estudiada, los uniformes pasaron a imitar el entorno natural donde los diferentes cuerpos de los ejércitos iban a ser desplegados.
Con las texturas de los uniformes de muy diferentes ejércitos del mundo estoy tratando de recomponer y devolver a las obras artísticas de origen esta iconografía. Para describir en los cuadros cada textura, tipo de terreno, vegetación y fenómenos climáticos que nos puedan definir un paisaje, existe, en algún cuerpo de algún ejército del planeta, el uniforme que nos proveerá de la materia prima, como si de un tubo de pintura se tratara.